Escribo esta nota esperando a que la clase comience. Quedan 3 minutos. Aunque realmente la clase comienza a las 8am, a veces los chefs deciden esperar a que los estudiantes pasen por el cedazo de seguridad, que te toma la temperatura y te hace jurar por tu vida que no has tenido contacto con nadie con COVID.
Poco a poco van entrando dos o tres más dormidos que yo. Y yo aquí que siento que me metería café por las venas.
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Cambio de escenario. Al momento estoy ya en un avión de camino a Orlando FL.
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Increíble como escribir una historia me puede tomar más de una semana. Actualmente les escribo desde el avión de camino a Puerto Rico desde Orlando. Fue mi primera vez acá después de mudarme a la isla. Los sentimientos encontrados no tienen explicación. Pero vamos… te cuento del pasado sábado.
Creo que encontré mi corillo en la cocina. Un crew que me ha tocado ya en dos clases (salsas y arroz) y que es genial porque trabaja sin hablar mucho, se enfoca en aprender, limpia, vive y deja vivir. Pues estos dos seres - Jonathan y Tatiana son mis compañeros de aventura culinaria.
Cambio de escenario.
Las pasadas semanas han sido intensos en la cocina. Tuvimos día de salsas, y estudiamos las salsas madres. ¿Sabias que son 5? Por años se las repetía a mis estudiantes para que supieran la respuesta en sus entrevistas de trabajo. Veloute, Bechamel, Tomate, Espagnole y Holandaise. Posiblemente no se escriben así (ya olvidé mi francés culinario). Pero el punto es, que éstas podrían ser la base para todo, según la cocina francesa. Tienen que ver la película “A Hundred Foot Journey” para que sepan un poco más de todo esto.
Pues nada, ese día de las salsas, hicimos las primeras 4… y la más difícil (para mi) la Holandaise, se me quedó sin hacer. Les cuento que esa salsa lleva yema de huevo. Y puede dañarse de mirarla. Las demás son un poco más fácil de crear aunque llevan muchiiiiiisimo prep. Al final, puedo testificar que vale la pena.
En la clase nos dimos cuenta de que las recetas que nos dieron estaban mal redactadas. A veces pienso que quien monta nuestros folletos como que no quiere compartir mucho. Anyways. Si nos damos cuenta, se arregla. Ya han sido bastantes los errores y hemos sobrevivido.
El día siguiente trabajamos arroces. Aquí tuvimos a nuestro primer chef porque, según hemos aprendido, es una eminencia en el arroz. Recuerdo cuando trabajaba con Chef Enrique Diaz en LCB que comenzaron a llamarle “Lord of the Rice” por una competencia que ganó en - Tailandia o Vietnam (no recuerdo). El punto es… casi quise decirle al profe “Lord of the Rice”. Jajaja Pero quise conservar mi amistad con él.
Tuvimos casi 8 recetas. Pero no las hicimos todas porque no era posible. Las primeras 2 recetas - un arroz blanco y un stir fry japonés, las hicimos los 3 juntos. Entonces para lograr más como equipo, hicimos las otras 3 de forma individual. Tatiana hizo un risotto (que le quedó ¡en la madre!, por cierto), Jonathan hizo un arroz taíno - una receta bien complicadita de un arroz boricua - y yo hice arroz griego (que me encantó como quedó). Se nos quedó el pilaf, la paella y otra mas. Ese día fue intenso porque había muchísimo prep y muchísimo tiempo en la estufa. La limpieza fue una locura, lo que terminó con mi equipo quedándose pasadas la 1pm porque terminamos fregando cosas de la clase entera. El chef se quedó con nosotros pero fue bastante estrés raspar el pega’o de dos o tres. Salimos tarde pero felices.
Al día siguiente yo salía a Orlando, y ya cuando llegué, me preparaba para la próxima clase.
La siguiente clase fue de comida Caribeña. Más recetas con muchísimo prep. Mucho corte o procedimientos largos. Así que decidimos como equipo el trabajar las recetas de forma independiente. Tatiana agarró los camarones con coco, Jonathan hizo el pescado con salsa roja y yo hice un relish de frutas (que conllevaba cortar hasta mangó verde) y el arroz con coco y mangó.
No fui muy exitosa en mi arroz. Era un grano mediano que - de acuerdo a la chef - necesitaba la misma cantidad de agua que un grano largo por la marca. Entonces quedó un poquito crudo. El sabor salió bueno, aunque no es mi favorito. A papi y a mami parece que le gustó. Ahora… el relish fue divino. La vida. Fue salsa para los camarones, luego acá lo comí con galletas y cream cheese un día y salteado con pollo al otro día. Sufrí cuando se acabó. Pero ya haré más.
¡Seguimos!